SÓCRATES MAURO, JUEZ DE LOS ANDES DEL PERÚ *
Por: César Proaño Cueva
Juez
Si a nuestra comunidad jurídica le dieran a elegir a qué jueces reconocerían por
solo su nombre, el de Sócrates llevaría una ventaja considerable frente a los
demás. Si esa indagación se hiciera en los claustros universitarios de derecho,
sociología, ciencias de la comunicación, formación policial, primaria,
secundaria o en las demás instituciones del sistema judicial, la diferencia se
tornaría mayor e inigualable si contamos a su presencia nacional.
Presencia no solo por los cargos obtenidos sino por su cultura, una cultura de la
jurisdicción alimentada siempre por la sociología y la antropología jurídica.
Perfecto Andrés Ibañez, uno de los juristas mas cultos y a la sazón hasta hace
poco Juez del Tribunal Supremo español, nos enseña que los juicios dependen
de lo que el juez sabe, y agrega, de cómo lo sabe, que equivale a decir cómo lo
vive y lo proyecta.
Qué duda cabe que Sócrates Mauro ha hecho del juicio jurisdiccional la
presencia permanente de los valores constitucionales y de los suyos propios, de
esos que le han valido su imagen de contestatario a lo común, al sí señor
hablado o silencioso. Alejado de la sombra de la mediocridad o bajo el canon
de la insensibilidad ante los problemas de su comunidad, él hace que los
escaparates de libros cobren viva practicidad.
Hoy, en la ceremonia por el día del Juez, un colega pronunciara, estoy seguro,
los detalles más amplios de su trayectoria; a mí me quepa escribir estas líneas
citando a su autor favorito: Piero Calamandrei. A propósito, y eso lo leerán con
agrado amigos de España y Argentina, a quienes copio estas líneas, Sócrates
obsequio a todos los jueces de la Corte de Junín y de Selva Central, el tan
famoso libro Elogio de los jueces escrito por un abogado, del jurista florentino;
porque sin fe no se juzga, sin fe no se defiende. Uno, sólo uno, le devolvió el
libro con enojo, con soberbia, como buen huésped del quinto circulo de Dante
Alighieri.
Se asocia a Calamandrei como uno de los grandes juristas italianos, profesor de
derecho procesal, autor de obras importantes sobre la tutela cautelar y la
casación civil. Otros lo conocen por su participación en el Código de
Procedimientos civiles italiano de 1940, su trabajo como constituyente; algunos
por su aporte fundacional a la revista político literaria Il Ponte y a la Rivista di
diritto processuale civile. Pero también fue un poeta, soldado, militante
comprometido con su país. De todo ello, extraigo su férrea defensa de la
libertad, de la justicia constitucional para su logro; en palabras de su fiel
discípulo Cappelletti, le movía el anhelo infatigable de justicia social, de equilibrio entre individuo y sociedad, de los nuevos valores, en fin, de la
libertad en la solidaridad.
Sócrates ha sido y es portador de esa bandera, en la Corte de Junín y en nuestra
Corte Suprema; en esta última el protocolo indica dirigirnos con la palabra
antepuesta de señor; usted apreciado colega y más amigo, se ha ganado ello, de
lejos. Basta recordar tus sentidas palabras y lagrimas ante el alejamiento de esta
vida de un joven colega en La Merced, para apuntar lo que digo.
Su casa, su famoso rosedal, se convertirá de seguro en espacio de enseñanza,
de trasmisión de coraje, de valentía, de hacer cada día a esa condición de juez
el baluarte que la comunidad necesita para no fenecer; eso sí, sino lo
encontramos en algún lugar sembrando árboles, es decir, vida.
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*Artículo extraído del Diario CORREO de Huancayo - Perú. Viernes 03 de Agosto 2019
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*Artículo extraído del Diario CORREO de Huancayo - Perú. Viernes 03 de Agosto 2019